Cuando Felipe V accedió al trono español, se instaló inicialmente en el alcázar de Madrid, que habían ocupado los anteriores monarcas de la dinastía Habsburgo.
En 1734, el palacio sufrió un grave incendio que lo destruyó casi por completo, por lo que el rey ordenó construir un nuevo palacio. En las obras intervinieron afamados arquitectos de la época, como Felipe Juvara, Juan Bautista Sacchetti y Francisco Sabatini.
El primer monarca que habitó el nuevo palacio fue Carlos III, quien organizó la ciudad de Madrid en ocho distristos. La vida en el palacio era bulliciosa y estaba marcada por un FALTA UNA PALABRA ceremonial. El rey se levantaba temprano y, tras oír misa, recibía a su familia, a su confesor, a sus ministros y a los embajadores hasta la hora de comer. Numerosos sirvientes atendían las necesidades del monarca y su familia.
Cerca del palacio había conventos e iglesias que compartían el espacio con los ricos palacios de la nobleza y con las viviendas populares. Estas últimas, generalmente pequeñas y sin ventilación, se apiñaban en calles estrechas. En ellas residían aguadores, vendedores, lavanderas, albañiles, castañeras, costureras...
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