sábado, 25 de noviembre de 2017

Falta el título en la casilla superior
Nota: 9

2.La Primera Revolución Industrial.  PUNTO 2. PAGINA  66-67
  •         Del taller a la fábrica

Hasta el siglo XVIII las manufacturas se elaboraban en pequeños talleres, donde el trabajo se realizaba de forma manual y con herramientas sencillas. Cada artesano elaboraba objetos completos y controlaba su propio ritmo de trabajo.

En la segunda mitad del siglo XVIII se inventaron en Gran Bretaña diversas máquinas que necesitaban grandes espacios y costosas inversiones. Así, los talleres empezaron a ser sustituidos por las fábricas, que eran grandes instalaciones en las que los obreros trabajaban con máquinas. Las primeras máquinas funcionaban con energía hidráulica, pero pronto apareció una nueva fuente de energía, el vapor, cuando James Watt patentó la máquina de vapor.

La aparición de las fábricas supuso que las actividades industriales se concentraban en determinados lugares. Además, se modificó la forma de trabajar: cada obrero se especializó en una única tarea del proceso productivo (división del trabajo), tenía un horario fijo y debía trabajar al ritmo que imponía la máquina.

La división del trabajo aumentó la productividad, es decir, cada obrero era capaz de elaborar más piezas que un artesano en un mismo periodo de tiempo. Por eso, se abarataron los costes de fabricación y los precios de los productos disminuyeron.

  •   Los sectores punteros: la industria textil

La industria textil algodonera británica disponía de una materia prima abundante y barata: el algodón que llegaba a Gran Bretaña desde las colonias. Esta industria fue la primera que incorporó las innovaciones técnicas en el hilado (hiladoras mecánicas de James Hargreaves, Richard Arkwright y Samuel Crompton) y el tejido (lanzadera volante de John Kay y telar mecánico de Edmund Cartwright).

Cuando comenzó a utilizarse el vapor para mover las máquinas, la producción textil británica se multiplicó. En 1800, unas 350.000 personas trabajaban en el hilado y tejido de algodón en fábricas. Los tejidos británicos, asequibles y de buena calidad, inundaron los mercados internacionales. Por otra parte, el desarrollo de sector textil impulsó otras actividades, como la agricultura, que suministraba materias primas, y la siderurgia, que proporcionaba el hierro para fabricar las máquinas.

  •     Los sectores punteros: la industria siderúrgica 

Hasta el siglo XVIII el hierro británico era de baja calidad porque contenía muchas impurezas. Se fabricaba en fundiciones situadas cerca de los bosques, de donde se obtenía el carbón vegetal, que era la fuente de energía empleada en su producción. Por estas razones, la mayor parte del hierro se importaba, sobre todo de Suecia. 

A principios del siglo XVIII el carbón vegetal empezó a escasear y hubo que buscar otro combustible. En 1709, Abraham Darby fundió por primera vez el mineral de hierro usando carbón de coque (carbón mineral), muy abundante en Gran Bretaña. Sin embargo, los costes eran elevados y el hierro obtenido, demasiado frágil.

Se realizaron diversas pruebas para solucionar este problema hasta que, a finales del siglo XVIII, Henry Cort patentó un nuevo procedimiento que permitía obtener a gran escala lingotes de hierro refinado de calidad. Se construyeron modernos altos hornos y la demanda y la producción de hierro se multiplicaron. Este material se utilizaba para elaborar máquinas y herramientas.

  •    El liberalismo económico
De forma paralela al proceso de industrialización, se difundió por el mundo occidental una nueva doctrina económica, el liberalismo. Estaba basada en la teoría expuesta por el escocés Adam Smith (1723-1790) en su obra Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776).

Para este pensador la actividad debía regirse por el principio de libertad económica para crear empresas, contratar trabajadores y establecer las condiciones y los precios de los productos. Los gremios del Antiguo Régimen eran, por tanto, un obstáculo para el crecimiento económico.

El Estado tampoco debía intervenir en la economía, porque esta se ajustaba de forma natural mediante la actuación de la llamada mano invisible del mercado. Esto significaba que la ley de la oferta y la demanda se encargaba de regular los precios de los productos y los salarios de los trabajadores. Así, si había mucha oferta de productos o de mano de obra y poca demanda, el precio y los salarios disminuirían; si, por el contrario, la oferta era escasa y la demanda elevada, los precios y los salarios aumentarían.

Adam Smith era partidario de la división del trabajo, es decir, de cada obrero se especializara en una fase del proceso productivo, pues de ese modo aumentarían la producción y la productividad. 

                      
                         
                                  Beatriz Baena Mendéz  4ºA  Nº3









No hay comentarios:

Publicar un comentario