jueves, 12 de abril de 2018

5.3. La perestroika y el desmoronamiento del bloque soviético.

Nota: 10


      La elección de Mijaíl Gorbachov como máximo dirigente soviético en 1985 fue resultado de la conciencia de la gravedad de la crisis y una tentativa de solucionarla sin que la estructura política se resintiera. Tal fue el objetivo de la llamada política de perestroika (<<reestructuración>> en ruso) y glásnost (<<transparencia informativa>>).

      Pero la tarea de reanimar a un enfermo terminal fue inútil. Tras el fracaso de las tímidas reformas de 1985-1987, la dirección soviética comprendió que el mal funcionamiento de la Unión Soviética exigía el fin de una economía planificada caracterizada por la ineficacia productiva. Y que la solución implicaba cambios radicales en la estructura política: el fin del partido único. Se inició entonces un proceso de reforma liderado por Gorbachov.

      La política reformista de Gorbachov tuvo hondas consecuencias en los países del Pacto de varsovia, que emprendieron su propia senda de transición hacia el capitalismo y la democracia sin temor a una intervención militar soviética, como las habidas en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968.


La perestroika y la glásnost 

      Cuando Mijaíl Gorbachov llegó al poder en la URSS, en 1985, el régimen soviético se encontraba muy cerca del colapso económico. Gorbachov era un comunista reformista consciente de la necesidad de emprender un ambicioso programa de cambios que podían resumirse en dos líneas de acción: la perestroika (reestructuración política) y la glásnost (transparencia informativa).

      El objetivo principal de la perestroika era evitar el derrumbe del Estado soviético. Para ello, Gorbachov impulsó la descentralización del sistema de economía planificada, la modernización del sistema productivo, la reducción de la burocracia y de los gastos militares y el inicio de la liberación política, propiciando el fin del poder monolítico del PCUS. 

      La glásnost significó la apertura de una tímida libertad de prensa, la supresión de la censura, la instauración de la libertad religiosa, la concesión de permisos para viajar al extranjero, la liberación de disidentes políticos, una creciente autonomía de las repúblicas que componían la URSS y el final de la cultura del secretismo oficial soviético. 

      Pero las reformas parciales impulsadas por Gorbachov no sirvieron para reforzar al Estado soviético, como él pretendía, sino que terminaron acelerando su caída. No era posible una apertura dirigida ni un sistema de mercado que mantuviera los principios socialistas. Sin control ni represión, el régimen se vino abajo. 

      El acelerado proceso tuvo su punto culminante el día 10 de noviembre de 1989, cuando se produjo la caída del Muro de Berlín y se abrió las puertas a la reunificación de las dos Alemanias bajo moldes democráticos y capitalistas.

      El rápido colapso del imperio soviético en Europa y las dificultades de la transición en la Unión Soviética ocasionaron un último intento de resistencia por parte de los conservadores de la dirección soviética: en agosto de 1991, un golpe de Estado destituyó a Gorbachov y trató de frenar las reformas. Pero las condenas internacionales, la falta de apoyo de mandos militares y la resistencia popular encabezada en Moscú por Boris Yeltsin, antiguo líder comunista convertido en cabeza de los radicales reformistas, provocaron el colapso de la intentona a los tres días. Su fracaso fue también el detonante final para la implosión de la Unión Soviética.

      Su disolución formal tuvo lugar en diciembre de 1991. Como consecuencia de ese colapso, la mayoría de las repúblicas que constituía la URSS se desgajaron de Rusia y constituyeron sus propios Estados (Ucrania, Bielorrusia, los tres Estados bálticos, las repúblicas caucásicas y los países del Turquestán).  


 

El 10 de noviembre de 1989, ante la sorpresa del mundo, se abrió el Muro de Berlín, el símbolo de la Guerra Fría y de la división de Europa. Un año más tarde las dos Alemanias se unieron en una única República Federal de Alemania. 


El derrumbe de la URSS

Evolución del crecimiento del producto nacional neto en Europa Oriental y la URSS, 1970-1990                                                               


 

      Una de las consecuencias de las reformas políticas emprendidas por Gorbachov fue el auge de los movimientos nacionalistas en las distintas repúblicas que integraban la Unión Soviética.

      En 1990 comenzó la disgregación del Estado soviético, un proceso que se precipitó en el verano de 1991, después del golpe de Estado protagonizado por los sectores más conservadores del PCUS. 

      El fracaso del golpe aupó al poder en Moscú a Borís Yeltsin, primer presidente de la Federación Rusa, que se mantuvo al frente del Kremlin hasta 1999.
      En la imagen, Boris Yeltsin con el puño cerrado. 

 







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