sábado, 14 de abril de 2018

1 La economía


Tres faltas de ortografía
Nota: 7
1 - La economía

El sistema económico del Antiguo Régimen estaba basado en una economía de subsistencia. La población mayoritaria, los campesinos, explotaban tierras de la nobleza o de la iglesia, que se quedaban con la mayor parte de la producción. En algunas zonas, generalmente costeras, las economías ligadas al comercio tuvieron un auge creciente. Al principio controlaban las rutas con el Oriente Próximo y con el comercio de los mares del norte. Después se produjo una explosión del comercio ultramarino con las colonias transoceánicas. En el siglo XVIII, el auge de comercio y la introducción de nuevas formas agrícolas supusieron un cambio importante que provocó, entre otras consecuencias, un aumento notable de la población.



1.1. - La agricultura

En el siglo XVIII, la agricultura y la ganadería eran la fuente principal de la riqueza. El 80% de la población europea eran campesinos. Sufrían una situación de pobreza generalizada debido a la baja productividad de las explotaciones agrarias, dedicadas mayoritariamente a un cultivo para el autoconsumo, que buscaba la supervivencia de la unidad familiar.

Al escaso desarrollo tecnológico y a la dependencia de las cosechas de los fenómenos naturales (sequías, heladas e inundaciones), se unían el peso elevado de los impuestos y la opresión del régimen señorial que determinaba el acceso a la tierra y la vida cotidiana del mundo rural. En la mayoría de las regiones europeas, casi dos terceras partes de la tierra pertenecían a la nobleza y a la iglesia.

El sistema de propiedad se basaba en el señorío, una institución del origen medieval que había sobrevivido a lo largo de los siglos como forma de explotación económica y dominio social. El señorío podía ser:

  • Territorial, cuando el señor, laico o eclesiástico, recibía de los campesinos una renta a cambio de la cesión de la tierra de cultivo.
  • Jurisdiccional, cuando el señor tenía capacidad para ejercer el gobierno y dictar justicia en nombre del rey.
Por lo común, los señores disfrutaban también de privilegios: tributos especiales, prestaciones personales (servicio doméstico, trabajos en su residencia, etc.) y el monopolio de servicios básicos para la comunidad rural (molinos, hornos, accesos, reservas de caza y leña.)

Durante el siglo XVIII se produjo un aumento de población, que provocó una mayor demanda de productos agrícolas y, en consecuencia, un incremento en las ganancias. Esta situación favoreció a la iglesia y a la nobleza, que eran propietarios de casi toda la tierra.

Este incremento en las ganancias sirvió de poco para mejorar los cultivos con nuevas técnicas, que ya estaban comenzando a introducirse en algunos países como Inglaterra, donde la burguesía comercial había adquirido tierras.

Esta mayor demanda de productos también fue aprovechada en algunas zonas por pequeños propietarios, que introdujeron mejoras en los campos. Por consecuencia, apareció en algunos lugares una agricultura más dedicada al comercio y a la exportación y, también, una nueva clase de campesinos adinerados.



La vida miserable de los campesinos

En la Europa central y oriental aún seguía vigente la servidumbre. Los campesinos permanecían atados a tierras que no podían abandonar sin permiso del señor. Realizaban trabajos forzados que les encargaban en función de la tradición o los caprichos de los nobles. En la Europa occidental y en las regiones mediterráneas no había siervos. Los campesinos eran libres jurídicamente. Pero la mayoría de las familias vivía cerca del umbral de la pobreza, un temor que se hacía presente en las casas de los humildes cuando aumentaba la presión fiscal (impuestos reales, los censos y pagos a los señores y los diezmos, que eran pagos que cobraba la iglesia).

La muerte y las epidemias eran masivas cuando sucedían varias malas cosechas seguidas, que provocaban las llamadas periódicas crisis de subsistencia. En esas ocasiones, a la escasez le sucedía, primero, el encarecimiento de los alimentos y, después, el hambre y la desnutrición, las enfermedades y, a continuación, un aumento de la mortalidad, con el consiguiente estancamiento de la población. Muchas de estas crisis daban lugar a rebeliones de la población, que rápidamente eran sofocadas por las armas y seguidas de duros castigos.



Grabado de la enciclopedia, con campesinos realizando tareas agrícolas.



Durante el antiguo régimen, la producción artesana era, junto con el comercio, la principal actividad económica en las ciudades. El conjunto de maestros, oficiales y aprendices de un mismo oficio formaban un gremio, organización que reglamentaba todos los aspectos laborales y profesionales de su sector.

Durante el siglo XVIII, los gremios fueron perdiendo poder y la economía se abrió a la iniciativa de empresarios libres, que no se sometían a las ordenanzas gremiales.

1.2. - El comercio
  • El comercio interior
         El comercio interior estaba poco desarrollado a causa de las malas comunicaciones             terrestres y de la poca capacidad adquisitiva de la mayoría de la población, que eran            campesinos pobres
     
          Durante el siglo XVIII mejoraron los caminos y algunas vías fluviales que permitieron            una activación del comercio de corta y media distancia.

  • El comercio exterior
         Sin embargo, el comercio colonial e internacional creció de manera espectacular.
  • En las colonias, sobre todas las españolas y portuguesas, proliferó el sistema de plantaciones trabajadas, en su gran mayoría, por esclavos traídos del continente africano. La producción de estas plantaciones se vendía en Europa. Los principales productos eran  maderas, algodón, cacao, té, especias, etc.
  • Los países europeos exportaban a las colonias manufacturas (tejidos, herramientas, útiles diversos) o productos elaborados, sobre todo vinos y aguardiente. Este comercio favoreció la creación de compañías comerciales y el enriquecimiento de muchos comerciantes y de los dueños de las plantaciones.
1.3. - De la producción artesana a la manufactura

La producción manufacturera seguía estando en manos de los artesanos, que estaban organizados en gremios desde la época medieval.

Estas organizaciones tenían un sistema de trabajo que no permitía grandes producciones, ya que en su mayoría eran pequeños talleres con pocos trabajadores que, casi sin máquinas, elaboraban los productos de su especialidad (tejedores, sastres, carpinteros, herreros, cristaleros, curtidores, etc.).

Durante el siglo XVIII, esta situación comenzó a transformarse debido a que un sector de la burguesía comercial empezó a invertir sus ganancias en la producción de manufacturas, en algunos casos construyendo talleres de grandes dimensiones.

Estas manufacturas, que empleaban mano de obra asalariada, provocando así la ruina de algunos sectores artesanales.

Lógicamente, los gremios se opusieron con toda energía a estos sistemas nuevos de producción, pero la nueva burguesía manufacturera obtuvo el apoyo de los monarcas, pues sufragaba con sus impuestos los elevados gastos de los Estados.

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